viernes, 19 de junio de 2009

ComO en los ViejoS TiempoS...

La tarde se presentaba aburrida. El bochorno del mediodía ha dejado mi piel pegajosa. Tumbada en la toalla al borde de la piscina me remojo constantemente, pero el calor viene de dentro y no se disipa con la humedad aplicada. No hay ni una pizca de brisa que remueva el ambiente y refresque mi piel mojada. Miro mi móvil, que no ha dejado de sonar en silencio toda la mañana, y escondida entre todas las llamadas reconozco con sorpresa un número que me resulta muy familiar. Curiosa, devuelvo la llamada. Nadie contesta. Insisto de nuevo. Tampoco contesta nadie esta vez. Se me escapa una carcajada y vuelvo a llamar. Esta vez contestan. Era él. Después de tres años aún reconocía su número, tantas veces marcado y hoy borrado de mi agenda. Al oir su voz, recordé la última vez que nos vimos, cuando le despedí en el aeropuerto. Antes de marcharse, mordió mi labio después de besarnos, dejando durante varios días una pequeña herida de recuerdo.

-Hola preciosa. Me preguntaba si insistirías tres veces como en los viejos tiempos. Me preguntaba si recordarías quien soy y si te apetecería verme hoy... A mí me encantaría verte. Estoy en la ciudad.

-¿Será una visita rápida?

-Nena, demasiado tiempo deseándote…

Sus palabras llegaban con su peculiar tono lascivo y no pude evitar recordar esa mirada que tantas veces me ha hecho sucumbir a sus deseos. Y su voz, que siempre me ha trastocado, más por teléfono que en persona. Intenté en vano eludir la cita.

-Tengo bastante trabajo atrasado. ¿Lo dejamos para otro día?

-Mentirosa… dime… ¿no estarás desnuda en la piscina? Sólo de imaginarte ya tengo la sensación de que me va a explotar el pantalón.

Conocedor de su poder sobre mí, volvió a entrar en mi cabeza mientras susurraba que en media hora estaría picando al timbre de casa.

Como en los viejos tiempos, estaba nerviosa. Su presencia me alteraba y al tiempo me excitaba. Sólo treinta minutos para prepararme. Una ducha rápida y poco más.

Tras una breve conversación subida de tono, me metí en la bañera y pensé en aliviar la tensión allí mismo, y sin darme cuenta me estaba acariciando en un acto de autosatisfacción. Pero no había tiempo. Me enrollé en una toalla y fui a la habitación. Abrí el cajón “especial”, buscando esa ropa interior que tanto le gustaba. Pensé que con el calor que hacía era mejor olvidarme de las medias. Qué equivocada estaba…

Picaron al timbre. Abrí la puerta y allí estaba él. Como si fuera ayer cuando vino a despedirse hace tres años. Como si sólo hubiera transcurrido un instante. Le invité a pasar y cerré lentamente. Se acercó a mi oído para decirme cuánto me había echado de menos, al mismo tiempo que mordisqueaba mi oreja y mi cuello.

Como en los viejos tiempos, cerré los ojos esperando su beso en los labios, mientras mis manos comprobaban bajo su pantalón que una abultada sorpresa me daba la bienvenida. Gimió cuando mis dedos entraron por su bragueta y recorrieron el camino que ya sabían de memoria… y sin dejar de besarme volvió a gemir cuando, descontrolada, empecé a desnudarle.

Ya no hicieron falta más palabras. Se apartó para cogerme la mano y conducirme al sofá. El mismo sofá de nuestros juegos, retapizado, presidiendo ufano el salón. Me desnudaba despacio al tiempo que besaba mi piel. Me notaba húmeda y él lo sabía, pero quiso comprobarlo metiendo su mano bajo mi ropa interior. De reojo vió el cajón de la cómoda semiabierto, con una media colgando. Se levantó, abrió el cajón y las cogió. Balanceándolas con una mano susurró:

-Ponte las botas… como en los viejos tiempos.

Sin pensármelo dos veces, fui a buscarlas. Ya no me importaba el calor que hacía, sólo pensaba en complacerle. Quitó la poca ropa que ya me quedaba y dejé que me pusiera las medias y las botas. Me coloqué de rodillas en el sofá, de espaldas a él, como en los viejos tiempos.

Sus manos iniciaron el recorrido desde mi nuca, luego por la espalda, provocando un escalofrío estremecedor. Se desviaron un poco hacia mis pechos y continuaron bajando hasta las caderas. Noté su mano caliente colándose en mi entrepierna y su aliento sobre mi sexo. Sus dedos exploraban, acompañados de su lengua. Su dedo pulgar se separó e inició su aventura por detrás. Su lengua lamía, arriba y abajo. Volví a gemir al compás de sus dedos cada vez que se hundían en mi interior un poco más.

Cuánto tiempo esperando este reencuentro. Sabía lo que venía ahora cuando su otra mano dejó de acariciar mi espalda. A los pocos segundos estampó una delicada palmada en mis nalgas. Mientras su pulgar intentaba abrirse paso, cada movimiento de sus dedos era acompañado de un cariñoso azote.

Gemía y me movía al son que él marcaba, de nuevo... Levanté mi cabeza y girándome le dije:

-Demasiado tiempo echándote de menos…

Cogió el lubricante que ya había dejado yo en la mesita anexa y vertió un poco sobre mi espalda. Notaba el espeso líquido resbalando lentamente por mi piel. Me cogió por la cintura, bajó un poco mis caderas y extendió el lubricante suavemente. Volvió a insistir con su pulgar unos minutos más...

Se acabó de desnudar y, sin moverme de la postura que estaba, se acercó por detrás...y allí se quedó. Detrás. Donde más le gustaba estar.

Al final la tarde no ha resultado tan tediosa como parecía. Y hemos vuelto a manchar el sofá. Como en los viejos tiempos...

4 comentarios:

Ego dijo...

Pues por los viejos tiempos!
Uys, he de cambiar la funda del sofá...
Un abrazo, Alter-yo

Alter Ego dijo...

jajaja

Un abrazote Ego!
;)

Anónimo dijo...

Veo que has dejado tu etapa bloguera. Yo he vuelto, a ver cuanto duro esta vez, ja, ja, ja...

Feliz entrada de año, te deseo lo mejor en este nuevo año que nos amenaza, que se cumplan todos tus deseos y triunfes en todos tus proyectos ;)
Besos y abrazos.

http://lablogoteca.20minutos.es/lo-que-me-toca-los-cojones-21/0/

Alter Ego dijo...

Holaaa HLC! bueno, dejarla no...sólo he ralentizado la actividad jeje.

Gracias por tu visita!

Espero que este año consigas otro premio, que te curras mucho los artículos de tu blog.

Un besazo!