lunes, 7 de junio de 2010

En el AscensoR (La Mudanza)

Acababa de instalarme en el nuevo piso. Esperaba en el rellano a que subiera el ascensor para bajar la última caja de cartón vacía al contenedor. Estaba satisfecha por haber terminado la mudanza en sólo 4 días. Cuando llegó el ascensor y se abrieron las puertas, el espejo reflejó mi imagen y me di cuenta de que no me había cambiado la ropa para bajar a la calle. Llevaba puesto todavía el pantalón corto y la camiseta sudada, sin ropa interior. Pero no importaba pues era bastante tarde y la probabilidad de encontrarme algún vecino, a esas horas un martes por la noche, era baja. No sabía exactamente qué hora debía de ser pero deduje que ya habría pasado la medianoche.

En la calle hacía una temperatura muy agradable, y cuando volví del contenedor me senté en los escalones del porche. Dejé las llaves en un escalón, apoyé mis manos en el pavimento aún caliente y eché mi cabeza hacia atrás, cerrando los ojos para disfrutar del silencio. Sólo se oía el susurro del viento jugueteando entre las hojas de los árboles. Aún me quedaba una semana de vacaciones y la pensaba disfrutar descansando en la piscina, leyendo y bronceándome.

Me sobresaltó un chasquido. Abrí lo ojos y vi entrar a un vecino. Había coincidido algunas veces con él en el ascensor en varias de mis visitas al piso antes de instalarme. Y recordé alguna de las fantasías que entonces rondaron mi cabeza imaginándome con él dentro de aquél ascensor.

Me saludó con un ladeo de cabeza y se dirigió hacia la puerta del vestíbulo. En todas las anteriores ocasiones que nos habíamos cruzado vestía traje y corbata. Hoy no. Hoy llevaba pantalón corto y camiseta, y sujetaba una raqueta en una mano y una bolsa de deporte en la otra. Apoyó la bolsa en el suelo, y se agachó. Mientras buscaba sus llaves dentro, me fijé en sus piernas y en sus brazos. Bajo la ropa de aquellos trajes que yo recordaba no parecía tener un cuerpo tan atlético y cuidado. Alzó un momento la cabeza de la bolsa y al sorprenderme mirándole me ruboricé. Para disimular me levanté y le dije que no cerrase la puerta, que yo también subía.

Conversamos brevemente mientras estábamos en el ascensor y se interesó por saber si ya estaba definitivamente instalada. Fue muy amable al ofrecerse por si necesitaba algo, y lo primero que pasó por mi cabeza fue poder decirle: “sí, un viaje de placer en este ascensor”. Pero sólo le di las buenas noches y salí. Cuando fui a abrir la puerta de casa recordé que había olvidado las llaves en la escalera del porche. Volví a apretar el botón para bajar y al abrirse la puerta me encontré de nuevo con él.

- iba a darme un baño en la piscina… y pensé que a lo mejor te apetecía bajar también.

Sin pensármelo, le dije que sí. Quedamos en 5 minutos en la piscina y, con mis llaves ya en mi poder, entré a coger una toalla y ponerme un bikini. Mientras volvía a bajar, me imaginé retozando con él en aquel amplio ascensor, reflejados en aquél enorme espejo. Y noté mis pezones endurecerse bajo el bikini.

Una vez en el jardín, dejamos las toallas en una de las hamacas y nos sentamos al borde la piscina con los pies dentro. Nos presentamos oficialmente intercambiando alguna que otra confidencia sobre nuestras vidas privadas. Así supe que hacía dos años que vivía sólo, entre aventuras y devaneos con varias mujeres, pero sin compromiso con ninguna. Había salido de una relación algo tormentosa y sólo le apetecía divertirse y disfrutar. Me gustó su sinceridad. Y su manera de expresarse. Y su cuerpo. Y su forma de mirarme... Tanto que cuando noté que me iba subiendo la temperatura me tiré al agua. Él me siguió y disfrutamos de un largo baño refrescante bajo las estrellas. Cuando salimos del agua me dirigí a la ducha para quitarme el olor a cloro. Él también. Pero no se esperó a que yo terminase, sino que compartimos unas risas y un poco de agua dulce antes de secarnos. Se sujetó la toalla a la cintura y se quitó el bañador.

De subida a casa, todavía mojados, me pareció muy sexy imaginarme su cuerpo bajo aquella toalla que cubría su piel desnuda y húmeda. Y volví a notar mis pezones duros. Sólo que esta vez él estaba delante y se dio cuenta. Cuando llegamos a mi planta y se abrió la puerta, él apoyó un brazo en el espejo y me acorraló en una esquina del ascensor. Yo notaba su respiración agitada. Y él la mía. No hizo nada. No dijo nada. Nos quedamos así unos segundos. Se cerró la puerta, acortó la escasa distancia que nos separaba y me besó. Fue un beso largo, húmedo, con un leve roce de su lengua contra la mía. Me quedé sin palabras, y él sin toalla. Bajé la mirada y vi su sexo erecto, apuntando hacia mí. Lo cogí con una mano y lo acaricié. Con la otra le empujé suavemente para apoyarle contra el ascensor. Fue como pedirle permiso para arrodillarme y que me dejase saborear la turgente carne que tenía entre mis manos. Me lo concedió mordiéndose lascivamente el labio y cerrando los ojos.

Mi lengua traviesa rozaba delicadamente la punta, subiendo y bajando lentamente, lamiendo y chupando cada centímetro de piel, lubricándola con mi saliva para que mis labios pudieran deslizarse suavemente hacia abajo, acentuando la presión un poco más en cada movimiento, aumentando el ritmo en cada recorrido de mi excursión lingual. Jugaba con ella, lamiendo, succionando, dejándola resbalar en mi boca, penetrando mi garganta, notando como crecía, dura, húmeda. Iba alternando mi lengua con leves caricias de mi mano, atenuando la presión de mis labios para disminuir su excitación y prolongar su placer, notando cómo la turgencia iba variando en los cortos intervalos de tiempo en los que yo marcaba el ritmo. Con la otra mano le acariciaba el torso, los muslos, el culo, la entrepierna. Tras unos minutos de caricias suaves y vaivenes intensos de mis labios, apretó sus manos en mi cabeza y liberó toda la excitación acumulada derramando su deseo con pequeños espasmos dentro de mi boca.

Lamí golosamente mis labios y me levanté. Volví a pulsar el botón para abrir la puerta y despedirme. Pero me cogió con una mano por la muñeca y con la otra por la cintura, acercándome a él “¿Adónde vas?” me preguntó subiendo su mano por mi espalda hasta mi nuca para besarme. Después se dejó deslizar hasta el suelo y se sentó sobre su toalla arrastrándome hacia él, sentándome sobre su regazo. A medida que nuestros besos y caricias iban tomando forma, también lo hacía su sexo, adquiriendo poco a poco la turgencia de hace unos minutos, haciendo presión para intentar acomodarse en el calor y la humedad del mío. Me levanté para quitar mi bikini y pulsé el botón haciendo que el ascensor quedase bloqueado en esa planta para poder disfrutar tranquilamente de esta excitante y, seguramente, irrepetible situación.

Cuando volví a sentarme sobre él, su sexo erecto de nuevo ya estaba esperándome entre sus manos, grande, palpitante, ansioso por complacerme. Me dejé caer lentamente, sujetándome en la barra de apoyo bajo el espejo del ascensor, sentándome en cuclillas sobre él. El asirme a la barra me permitió ir subiendo y bajando suavemente sin ningún esfuerzo, moviéndome a mi voluntad rápida o lentamente según sus ojos y sus gemidos me indicaban. Permití que los dedos de sus manos, aferradas a mi culo, exploraran a libre albedrío, consiguiendo encontrar un camino alternativo. Segundos después un orgasmo electrizante aflojó mis piernas haciéndome caer sobre él, que se clavó aún más en mí provocando que su cuerpo se tensase unos segundos y liberase de nuevo su excitación.

Permanecimos así unos segundos. Al incorporarnos cogió su toalla y limpió delicadamente mi entrepierna. Después me miró y susurró “¿Mañana a la misma hora?”

En ese instante oí de nuevo un chasquido. Abrí los ojos y me encontré sentada en los escalones del porche. El cansancio me había vencido y no pude evitar reirme al comprobar que mi traviesa y lasciva imaginación me la había vuelto a jugar al ver entrar al vecino. Cuando abrió la puerta del vestíbulo me incorporé de un salto y le dije:

- Espera, yo también subo…

9 comentarios:

forrest gump ;)) dijo...

pero xiquilla, dime ande te has mudao que me pego todo el dia subiendo y bajando por el ascensor.... ;)))
jajajja
un besito guapa ;)

Alter Ego dijo...

JAJAJAJA!!! ¿has mirado en la piscina???

Un besazoooo
:p

Alter Ego dijo...

gracias por vuestra visita!!
suerte también en el concurso
;)

ramon dijo...

pues tu otró yo no está mal ehhh, igual la idea de ser bipolar no es tan mala, un beso guapa.

Vergónides de Coock dijo...

Esssssssssse rellenado. Suerte.

Alter Ego dijo...

jeje, gracias monet. Un beso!

Alter Ego dijo...

Suerte a ti también Basurero Usurero. Gracias por pasar.

Sherezade dijo...

Hola! He llegado aquí por tu comentario en mi blog, y la verdad, me ha encantado!!

Supongo que no te importará que te ponga en la lista de blogs eróticos de mi blog :)

Un besazo y hasta pronto!

PC: Mucha suerte en el concurso

Alter Ego dijo...

Hola Sherezade!
Bienvenida :)

Estoy encantada de formar parte de tu lista de blogs eróticos. Muchas gracias.

Un beso!