sábado, 17 de mayo de 2008

Sueño de una Noche de Primavera… (II)

-parte II-                                          (ver parte III)         (ver parte I)


Entramos en la habitación y se abre un mundo nuevo, desconocido, excitante… estoy temblando. Voy a cerrar la ventana. Oigo tus pasos tras de mí. Me detengo a esperar. Vas acercándote muy despacio hasta que noto tu respiración.

Siento el contacto de tus dedos acariciando mis hombros, perfumados para ti, mientras rozas mi cuello con tu boca. Cierro los ojos un instante para sentir ese contacto intensamente.

Metes tus manos bajo mi camiseta y rozas levemente mis pechos, dibujando su perfil. Deslizas tus manos bajo la falda, sientiendo mi pulso aquí, en lo más profundo de mí. Acercas tus labios, los míos te esperan; sientes mi lengua. Me besas como si fuese la última vez, apretandome fuerte contra tu piel, hasta fundirse en una sóla. Me desabrochas la falda y la bajas, dejándola caer al suelo. Saco los pies de la falda y me descalzo. Me inclinas hacia la cama, hasta tumbarme completamente. Te arrodillas al lado, y me giras para colocarme boca abajo. No dejas de mirarme, de acariciarme, de besarme. Noto el fuego de tu aliento en mi piel. Vas quitando las medias lentamente, deleitandote, mientras vuelves a darme la vuelta, y sin sacar mi camiseta desabrochas el sujetador. Besas mis pechos, mis pezones, mi barriga, y bajas hasta mi sexo. Lo besas, sin quitarme las braguitas, y lo acaricias. Me estremezco, me mareo, siento calor, por dentro, por fuera. No pares.

Me las quitas, y siento la humedad de tu lengua, y el calor de tu boca. Separo un poco más las piernas; quiero tocarme yo también, pero no me dejas. Con una mano sujetas mis manos sobre mi cabeza mientras con la otra me tocas, me masturbas... Y entonces… el placer, el orgasmo, mis gemidos, tu respiración, mis fluídos, tu saliva…

Te incorporas y te desnudas, colocándote sobre mí. Estoy aturdida pero quiero más, quiero probarte. No me dejas. Te pones un condón. Sigues jugando, y masturbando, pero ahora ya no es tu mano. Y te siento dentro, despacio, lentamente, y te oigo gemir. Eso me excita todavía más. Te empujo, más adentro, y acompaño tu ritmo. Un vaivén de movimientos acompasados, con besos, con lenguas, con manos… gemidos, suspiros, susurros… segundos, minutos…

Te quedas recostado sobre mi pecho, jadeando, y te apartas a un lado. Me miras y sonríes. Yo también te sonrío. Una y otra vez. Sigo temblando, pero ya no es de temor sino de un inmenso placer que me ha recorrido de la cabeza a los pies.

Vas al baño, nos turnamos. Mientras salgo me preguntas si tomo algo fresco, cualquier cosa con hielo me vale. Te doy una tregua. Te cuento un chiste. Me tumbo de lado apoyando mi cabeza sobre mi brazo derecho, mirándote aquí a mi lado, sentado con las piernas cruzadas. Desnudo, sólo para mí. Me giro y tomo un cubito del vaso que me has dado, y lo meto en mi boca. Me has leído el pensamiento, porque acto seguido te tumbas y me invitas a probar. Me coloco sobre ti y te beso, pasando a tu boca el cubito helado. Un par de chupadas y me lo devuelves. Lo mantengo unos segundos en mi boca, dándole vueltas, enfriando mi lengua. Cuando está bien fría empiezo a lamer tu cuello, tu vello se eriza. Bajo hasta tus pezones. Dejo caer el cubito y lo deslizo, sobre cada uno de ellos, lamiendo el agua que deja a medida que se va derritiendo sobre tu piel caliente. Luego lo mastico hasta que desparece. Se acabó el cubito, pero mi lengua fría sigue bajando; noto tu erección sobre mi pecho. Y bajo un poco más. Primero un beso, luego un roce de lengua, por la punta, por arriba, por abajo. Tu piel quema en mi lengua que empieza a perder frío a medida que chupo y lamo un poco más. Quieres tocarme, pero ahora soy yo la que no te deja. Y sigo complaciéndote, un poco más rápido. Hasta que me dices que pare. Entonces cojo otro condón y te lo pongo. Y me siento encima, sintiéndola dentro otra vez. Esta vez marco yo el ritmo, y me deleito. Tú no quejas, así que sigo, y sigo, y sigo…

Me tumbo a un lado, exhausta, jadeante; cuerpos sudados, olor a sexo, placer infinito, lascivo, improvisado.

“Me alegro de haber venido” te susurro. “Yo me alegro más que tú” me respondes. Y me empiezo a quedar dormida, con tu olor en mí. Todo se va borrando hasta que mis ojos se cierran. Sólo noto tus dedos entre mi pelo, hasta que me duermo.

No hay comentarios: